miércoles, 24 de marzo de 2010
MOBY DICK (1851)- HERMAN MELVILLE
"Llamadme Ismael. Hace unos años - no importa cuánto tiempo exactamente-, con muy poco o ningún dinero en el bolsillo y sin nada en tierra que me interesara, creí que podría ir a navegar por ahí y ver la parte acuática del mundo. Es mi modo de ahuyentar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que me sorprendo con una expresión de tristeza en la boca que va en aumento; cada vez que un húmedo noviembre de llovizna anida en mi alma; cada vez que me descubro deteniéndome involuntariamente ante las tiendas de ataúdes, y siguiendo a cualquier funeral con que me encuentro; y especialmente si la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un sólido principio moral para no salir a la calle y derribar metódicamente los sombreros de los transeúntes, entonces, comprendo que ha llegado la hora de hacerme a la mar cuanto antes. Éste es mi sustituto para la pistola y la bala".
(...)
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Cuando el autor empezó Moby Dick se propuso hacer una especie de documental sobre la caza de los cetáceos, pero en el transcurso de la escritura sucumbió ante el simbolismo y la búsqueda de una verdad universal. Los símbolos que utiliza se plasman en el mar, donde se libra el combate entre la ballena y el capitán Ahab. El mar es el reino de los monstruos, de las profundidades que escapan a la inteligencia humana; mientras que la tierra es el reino de lo conocido. El capitan Ahab emprende la caza de la ballena empujado por la pasión y la devoción, jurándole la muerte a un monstruo y llevándose con él a todo el que le rodea. Para algunos, la figura del capitán simboliza al Hombre en persecución del mal. Para otros la invencible ballena significa la religión. Y el enfrentamiento entre ambos no es más que una verdad cotidiana a la que nos enfrentamos día a día.
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